martes, 31 de marzo de 2015

LOS SISTEMAS ECONÓMICOS Y BILLY WILDER

Los sistemas económicos representan modelos alternativos de organización social. Cada sistema se construye sobre unos mecanismos o procedimientos sociales específicos que permiten dar respuesta a tres cuestiones básicas: ¿qué producir? ¿cómo producirlo? ¿y cómo repartir lo producido?. Estas tres preguntas conforman el núcleo esencial del “problema económico”. Los diversos sistemas que existen o han existido a lo largo de la historia han propuesto soluciones distintas a este problema con mayor o menor éxito. Así pues, en el sistema capitalista la respuesta a estas preguntas se obtiene, de un modo descentralizado, a través de la institución del mercado, mientras que en el sistema comunista es el Estado, a través de la elaboración de planes económicos, el que decide.

La reflexión sobre los sistemas económicos se centró en el siglo XX en la contraposición entre estos dos sistemas rivales. Hoy día, ante la práctica desaparición del Comunismo (con trágicas excepciones como Cuba o Corea del Norte), el debate se centra en la crítica al Capitalismo, la búsqueda de alguna alternativa consistente al mismo, o el análisis de modelos híbridos como el Capitalismo de Estado, señalado como una de las claves del éxito económico de China en las últimas décadas. 

En este principio de siglo XXI hay quien aprecia un Capitalismo más consolidado y fuerte que nunca y también quien lo ve en crisis y vislumbra cercano su final. Unos lo consideran un sistema depredador y maléfico que esclaviza al hombre y destruye el medio; otros ensalzan sus virtudes y lo contemplan como el fruto sofisticado y definitivo de un proceso histórico de mejora en la organización de las sociedades humanas. En este sentido, para el politólogo estadounidense Francis Fukuyama el Capitalismo representa el "fin de la historia".

Lo que resulta a todas luces indiscutible es la superioridad técnica del sistema de mercado (a pesar de sus fallos) frente a la planificación central y también la capacidad del Capitalismo de movilizar las fuerzas productivas a través del papel de los incentivos económicos. Tampoco cabe duda de la tendencia del Capitalismo a generar desigualdades crecientes e inasumibles socialmente si no se introducen mecanismos correctores.

El Capitalismo no goza de buena reputación. Solo un 18% de los ciudadanos europeos, según este estudio, lo respalda y la sociedad española parece mostrar una posición especialmente anticapitalista.

Sin embargo, la bondad de un sistema económico no puede juzgarse en abstracto, sino en el contexto de su adaptación a la propia naturaleza humana: El motor del sistema es el ser humano, ese ente limitadamente racional, con sus grandezas y sus miserias, creador de muestras sublimes de belleza artística, capaz de actos asombrosos de heroísmo, altruismo y superación, pero también de las mayores atrocidades, del egoísmo más extremo, del “horror” que Joseph Conrad puso en la boca y el corazón del enigmático Kurtz en “El Corazón de las Tinieblas”. 

Es por ello que para reflexionar con profundidad sobre los sistemas económicos no basta con ser un buen economista técnicamente hablando, es necesario ser un gran conocedor del alma humana. Y nadie que haya visto sus películas pondrá en duda que Billy Wilder lo era. El director y guionista de origen austriaco, que escapó del nazismo para encontrar refugio en EE.UU., parodió al Capitalismo y al Comunismo en su obra de 1961 “Un, dos, tres” con una chispeante mezcla de humor delirante y fina sátira. 

El protagonista principal de la película es el señor MacNamara, jefe de ventas norteamericano de Coca-Cola en el Berlín occidental de la Guerra Fría. MacNamara sueña con el éxito profesional que le supondría la penetración de Coca-Cola en el bloque comunista, traspasando ese Telón de Acero que en Berlín cobraba la forma de un muro de hormigón. Un buen día el Presidente de Coca-Cola le pide a MacNamara que cuide de su hija durante una próxima visita a Berlín. El conflicto surge cuando ésta se enamora de un joven comunista del Berlín oriental, lo que MacNamara contempla desesperado como la ruina definitiva de sus planes de progresión en la compañía. El film nos muestra las peripecias del protagonista en su desvelo por deshacer la relación entre los dos jóvenes antes de que llegue a conocimiento del padre de la chica.

“Un, dos, tres” está plagada de diálogos vibrantes e impregnados de la profunda inteligencia característica del genio de Wilder. A título de ejemplo, en este fragmento el joven comunista define al Capitalismo como “una sardina muerta y podrida en la basura: reluce, pero apesta”. En otro diálogo, este mismo joven exclama escandalizado a un comisario de policía del Berlín oriental: “¡¡¿Acaso todo el mundo está corrompido?!!”; y éste último responde con un sarcástico “No conozco a todo el mundo”.

La película representa una irónica reflexión sobre los sistemas económicos… y muchas cosas más. Se trata de una obra imprescindible que nos habla, con una mezcla de acidez y ternura, de las imperfecciones de cualquier sistema, que no son sino el reflejo de la propia imperfección humana. Porque como reconoce la frase final de "Con faldas y a lo loco", otra de las grandes obras de Wilder, "nadie es perfecto". Y el Capitalismo tampoco.