jueves, 28 de octubre de 2021

LA BRECHA DIGITAL EMPRESARIAL EN ESPAÑA: DIFERENCIAS REGIONALES Y DIMENSIONALES

(Publicado en el blog "La riqueza de las regionales" de la Asociación Española de Ciencia Regional).

Las próximas décadas van a estar marcadas por el impacto de la digitalización sobre el crecimiento económico y la transformación del sistema productivo. La revolución digital, pese a su potencial para mejorar la vida de las personas, no está exenta de riesgos y amenazas, entre ellos, la aparición de brechas digitales entre grupos sociales, empresas y territorios. 

Desde la perspectiva empresarial, podemos estudiar el nivel de digitalización en España empleando los datos de la “Encuesta sobre el uso de TIC y comercio electrónico en las empresas” que elabora el Instituto Nacional de Estadística. Esta fuente permite observar las diferencias regionales en el nivel de digitalización de las empresas, así como aproximarnos a la brecha digital en función del tamaño empresarial, al realizarse la encuesta de forma separada para las microempresas de hasta 9 trabajadores y para el resto de empresas (con 10 trabajadores o más). En esta entrada presentaremos algunos resultados respecto a ambas cuestiones a partir de los últimos datos publicados referidos al primer trimestre de 2020.

Nos aproximaremos aquí al nivel de digitalización utilizando, como indicador sintético simple, la media aritmética de los siguientes ocho indicadores (disponibles en la encuesta por CC.AA. y para las empresas de los dos grupos dimensionales señalados): 

- Empresas que disponen de ordenadores (%).

- Empresas que disponen de conexión a Internet (%).

- Empresas que emplean especialistas en TIC (%).

- Empresas que proporcionaron a sus empleados dispositivos portátiles con conexión móvil a Internet para uso empresarial (%).

- Empresas que disponen de página web (%).

- Empresas que usaron Internet para interactuar con las administraciones públicas (%).

- Empresas que utilizan los medios sociales (%).

- Empresas que compran algún servicio de cloud computing (%).

El Gráfico 1 ilustra los resultados que se obtienen para el caso de las microempresas. Puede comprobarse que es en la Comunidad de Madrid donde las microempresas muestran un mayor nivel de digitalización, seguida de la Comunidad Valenciana, Canarias, Murcia y País Vasco. Por el contrario, Baleares, La Rioja y Castilla-La Mancha son las CC.AA. que muestran niveles más bajos de digitalización de sus microempresas. Esto determina una brecha interregional máxima en términos de digitalización de las microempresas de 6,44 puntos porcentuales -observada entre Madrid y Baleares- (excluimos a efectos de este cálculo los casos de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla).


Gráfico 1. Nivel de digitalización de las microempresas (con menos de 10 empleados) por CC.AA. 

(1er trimestre de 2020)

Fuente: Elaboración propia a partir de la “Encuesta sobre el uso de TIC y comercio electrónico en las empresas”, Instituto Nacional de Estadística.


En el caso de las empresas con 10 empleados o más (véase Gráfico 2), la comunidad autónoma que presenta mejores resultados es de nuevo Madrid, seguida de Cataluña, mientras que los peores resultados corresponden a Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura. La brecha interregional máxima -observada entre la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha- se sitúa en este caso en 7,89 puntos porcentuales. 


Gráfico 2. Nivel de digitalización de las empresas con 10 empleados o más por CC.AA. 

(1er trimestre de 2020)

Fuente: Elaboración propia a partir de la “Encuesta sobre el uso de TIC y comercio electrónico en las empresas”, Instituto Nacional de Estadística.


Por tanto, si bien existen algunas diferencias relevantes entre CC.AA., la brecha digital más amplia y significativa es la que se observa entre las microempresas y el resto del tejido empresarial. Esta brecha digital dimensional, que se muestra en la última columna de la Tabla 1, se sitúa en un orden de magnitud en torno a cuatro veces la brecha máxima interregional. 


Tabla 1. Niveles de digitalización empresarial. Brechas digitales regional y dimensional

(1er trimestre de 2020)

Fuente: Elaboración propia a partir de la “Encuesta sobre el uso de TIC y comercio electrónico en las empresas”, Instituto Nacional de Estadística.

(*) Algunos de los indicadores utilizados son presentados por el INE como porcentaje de las empresas con conexión a Internet. Aquí se han utilizado recalculándolos como porcentaje del conjunto de las empresas en cada segmento dimensional. 

(**) La brecha regional máxima se calcula como diferencia entre los valores máximo y mínimo de cada indicador para las CC.AA., excluyendo los casos particulares de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.


La brecha digital asociada a la dimensión empresarial resulta aun más preocupante al considerar que las microempresas representan el 95% de la población total de empresas españolas y que muestran bajos niveles de productividad, tanto en comparación con las empresas de mayor tamaño, como respecto a sus homólogas en las principales economías de la UE. El éxito de la transformación digital en España estará condicionado, por tanto, por la capacidad de impulsar la digitalización en las empresas de menor tamaño, lo que constituye, por otra parte, una oportunidad para favorecer su crecimiento y paliar el problema de atomización que afecta estructuralmente a nuestro tejido empresarial.


Nota: Esta entrada se enmarca en el Proyecto “Factor empresarial, ecosistemas digitales y transformación digital de la pyme” -DIGIPYME- (PID2020-113384GB-I00) financiado en la convocatoria 2020 de «Proyectos de I+D+i» del Programa Estatal de Generación de Conocimiento y Fortalecimiento Científico y Tecnológico del Sistema de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación.


miércoles, 23 de junio de 2021

CAPITALISMO DIGITAL Y PIRATERÍA


    El pasado mes de mayo, el oleoducto Colonial, una gran arteria energética que canaliza el 45% del suministro de fuel en la costa este de EE.UU., paralizó su actividad debido a un ataque informático. El pánico generado en ciudadanos y empresas llevó los precios de la gasolina en la región a máximos desde 2014. La empresa Colonial tuvo que pagar a los piratas informáticos autores de este ataque de ransomware, un grupo autodenominado Darkside, cinco millones de dólares en bitcoins. Se trata del mayor ataque conocido a una infraestructura energética en los EE.UU. 

    Este episodio engrosa la larga lista de acciones de piratería informática que vienen sucediéndose en tiempos recientes en todo el mundo. A los pocos días, otro ciberataque forzó a Irlanda a cerrar el sistema informático de su sanidad pública. El avance de la digitalización como consecuencia del Covid-19 no ha hecho sino aumentar la vulnerabilidad de nuestras sociedades a este tipo de piratería. Así, según la firma de seguridad Emsisoft, en 2020 los rescates informáticos movieron en el mundo unos 18.000 millones de dólares, con un incremento del 80% respecto al año anterior. Nos encontramos pues ante una amenaza crítica para el desarrollo del “capitalismo digital” que caracteriza la economía global en nuestros días.

    El fenómeno de la piratería en el contexto del desarrollo capitalista no es, sin embargo, un asunto nuevo. Cuando en los s. XVI y XVII la apertura de las grandes rutas oceánicas y la formación de los primeros imperios globales impulsaron el “capitalismo mercantil”, floreció igualmente la piratería, en algunos casos con la complicidad de los propios Estados, como Inglaterra o Francia, que concedían a los piratas autorización para robar y saquear en tiempos de guerra mediante las denominadas “patentes de corso”. 

    Los piratas digitales de hoy despiertan cierta admiración en algunos grupos por su imagen de David frente al Goliat de los gigantes corporativos o los propios Estados a los que atacan; asimismo, inspiran algunas simpatías en ciertos colectivos por su supuesta ideología libertaria. Los piratas del s. XVII estaban igualmente rodeados por un halo de romanticismo. Ello se debía en parte a que representaban un modo de vida no sujeto a poder alguno e imbuido de un cierto espíritu libertario, que inspiró al poeta español José de Espronceda su célebre “Canción del Pirata”: “Que es mi barco mi tesoro/ que es mi dios la libertad,/ mi ley, la fuerza y el viento,/ mi única patria la mar.” Los piratas del mar llegaron a convertirse así en “héroes de masas”, como relata magistralmente Steven Johnson en su ensayo “Un pirata contra el capital”, a pesar de ser “asesinos, violadores y ladrones: enemigos de toda la humanidad.” Algo semejante podría decirse de estos piratas informáticos actuales que amenazan la estabilidad económica, social y política de las sociedades de la era digital. 

    En la citada obra, Johnson relata un episodio histórico particular que supondría un punto de ruptura, un momento de cambio asociado a transformaciones estructurales subyacentes. El protagonista del mismo fue el pirata británico Henry Every, uno de los pocos capitanes piratas que pudo desaparecer sin ser capturado o muerto en batalla. El último y mayor ataque de Every fue perpetrado en 1664 contra el Ganj-i-Sawai, buque insignia del emperador mogol, y supuso un botín de aproximadamente veinte millones de euros actuales, unas cuatro veces el rescate pagado por la compañía estadounidense Colonial.

    El ataque al Ganj-i-Sawai provocó una crisis diplomática entre Inglaterra y el Imperio mogol y obligó a Londres a tomar una postura tajante contra la piratería. Ello supuso el abandono de la indulgencia y colaboración que el gobierno británico había mantenido respecto a figuras como las de Drake y el resto de los corsarios. El Estado utilizó el juicio por el asalto al Ganj-i-Sawai y las ejecuciones de los participantes en el mismo como instrumentos propagandísticos de esta nueva política. Inglaterra debía dejar de ser vista internacionalmente como una “nación de piratas” en favor de los intereses del emergente imperio colonial inglés. La seguridad de los mares y la estabilidad de las relaciones entre los grandes actores políticos internacionales resultaba un factor clave en el desarrollo del capitalismo mercantil del momento y el Estado se involucraría más decididamente en la seguridad de los mares y la persecución de la piratería. 

    Este episodio histórico ilustra cómo para desarrollo del capitalismo resulta fundamental un marco institucional y de seguridad que permita el funcionamiento correcto del mercado. Ello nos devuelve al mundo de hoy, en el que el avance del capitalismo digital estará condicionado en las próximas décadas por la ciberseguridad. A este respecto, necesitamos implementar mecanismos más efectivos contra la delincuencia digital. Es de desear igualmente que no existan “patentes de corso” digitales y que los Estados cooperen internacionalmente para crear un entorno de ciberseguridad global. Es éste un aspecto crítico en el presente y futuro de las sociedades digitales en el s. XXI. Quizás el ataque a Colonial sea, en cierto modo, otro momento Ganj-i-Sawai.


lunes, 10 de mayo de 2021

LA UNIVERSIDAD POST-COVID

(Publicado en el diario ABC -edición Sevilla-, el 4 de mayo de 2021) 

        El 15 de marzo de 2020, con el inicio del primer confinamiento por el Covid-19, la sociedad española y con ella su Universidad se situaron ante un escenario apocalíptico e inimaginable.  


Abruptamente, la Universidad (presencial) se vio forzada a transformarse en un proveedor de enseñanza online, sumando esta adaptación -circunstancial y apresurada- a los retos estructurales de largo alcance que esta longeva institución acumula en el vertiginoso siglo XXI. Fue así como las restricciones en la actividad docente presencial derivaron en un experimento educativo a gran escala del que debemos extraer conclusiones útiles para el futuro. 

Por un lado, la experiencia educativa en el contexto de la pandemia nos ha reafirmado en algunas convicciones previas. En primer lugar, se ha demostrado la importancia incuestionable del contacto directo con el alumnado. La presencialidad resulta fundamental para la formación en habilidades sociales, el establecimiento de redes de contactos y el desarrollo de aquellos elementos del proceso de enseñanza-aprendizaje que requieren de un mayor nivel de interacción personal. La presencia de los estudiantes en los campus es, asimismo, fundamental para su formación humana integral, que tanto se beneficia de la participación en actividades culturales, deportivas o de voluntariado. La dimensión ética que la formación de un universitario debe contemplar requiere igualmente de la comunicación presencial como hilo conductor que favorece la empatía entre el alumnado y el profesorado. 

En segundo lugar, se ha podido confirmar que la evaluación del proceso de aprendizaje no puede desarrollarse con plenas garantías de modo virtual. La Universidad debe responder ante la sociedad de que sus titulados acrediten los conocimientos y competencias que los habilitan para la actividad profesional y esta función solo puede realizarla satisfactoriamente con pruebas presenciales. Por los dos motivos expuestos, la mejor Universidad tiene y tendrá un carácter presencial.

No obstante, esta experiencia educativa excepcional nos ha permitido también aprender algunas lecciones nuevas. El profesorado ha tenido una oportunidad singular para identificar en qué aspectos concretos la docencia presencial es insustituible y cómo mejorar su aprovechamiento, focalizándola en los elementos de índole práctica, el desarrollo de las capacidades analíticas o la verificación y el apoyo a la asimilación de los conocimientos. Hemos podido valorar también las posibilidades que ofrecen las tecnologías digitales para la creación de entornos virtuales de enseñanza-aprendizaje. Las herramientas digitales permiten extraer de la docencia presencial algunos elementos de carácter teórico que pueden trasladarse con facilidad, e incluso con ciertas ventajas, a un entorno virtual, empleando las plataformas de docencia online. Se puede ganar así tiempo de clase presencial para la realización de actividades de carácter práctico, avanzando hacia el modelo conocido como flipped classroom o clase invertida. 

Las herramientas digitales también pueden aplicarse en el marco del aula, enriqueciendo el desarrollo de la propia clase presencial. Así pues, la docencia universitaria en el futuro deberá integrar de modo inteligente y equilibrado las tecnologías de la información y de las comunicaciones en escenarios mixtos que complementen la presencialidad docente-discente con recursos y metodologías de enseñanza virtual. 

Por otra parte, el atractivo de la Universidad post-Covid, en un contexto de aceleración del progreso científico y tecnológico, será cada vez más el hecho de representar un medio en el que se crea y fluye conocimiento de modo continuo, un entorno al que convendrá mantenerse conectado para estar al día. La comunidad universitaria se caracteriza por que toda ella está dedicada a aprender, tanto el alumnado como el profesorado, que debe estar al tanto de los avances en su campo de especialización y desarrollar una actividad investigadora orientada a ampliar la frontera del conocimiento. A este respecto, en la Universidad post-Covid ganarán igualmente relevancia las competencias asociadas a un aprendizaje autónomo, que tendrá que prolongarse durante toda la vida. 

En conclusión, la experiencia educativa en la pandemia, a pesar de ser insatisfactoria y frustrante para la mayor parte del profesorado y del alumnado, puede engendrar una Universidad mejor para el futuro. Será una Universidad más adaptada a los retos actuales de la educación y la sociedad, pero reafirmada a la vez en los pilares que la han sostenido en su historia -como el debate abierto y racional, el estímulo a la innovación y la honestidad académica-. Debiera ser, por tanto, una Universidad mejor preparada para servir de brújula a la sociedad en un mundo en continua transformación, plagado de tribulaciones y a menudo desconcertante. 


sábado, 3 de abril de 2021

SUPERVIVENCIA EMPRESARIAL, CIUDADES Y COVID-19


(Publicado en el blog "La riqueza de las regiones" de la Asociación Española de Ciencia Regional -AECR-)
      

Como estamos comprobando en este año de pandemia, las trágicas consecuencias en términos de mortalidad asociadas a la Covid-19 no afectan exclusivamente a las personas, sino también a las empresas. Desde una perspectiva sanitaria, algunos análisis han estudiado la posible asociación entre el nivel de incidencia de la epidemia y la densidad de población (véase, por ejemplo, AQR, 2020). A este respecto, se ha planteado la hipótesis de que el impacto epidemiológico de la Covid-19 podría ser mayor en las grandes ciudades (en comparación con las zonas rurales), dado que la concentración de personas elevaría el número de interacciones humanas y, por tanto, el riesgo de contagio. De modo análogo, desde una perspectiva económica, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿cabe esperar un incremento de la mortalidad empresarial mayor en los grandes núcleos urbanos en comparación con las zonas rurales?. Para tratar de dar respuesta a esta cuestión, conviene partir de ciertas consideraciones previas sobre la relación entre supervivencia empresarial y nivel de urbanización. 

        Por un lado, las empresas se benefician en las ciudades de la diversidad de actividades productivas existente, que genera tanto externalidades pecuniarias como la oportunidad para la fertilización cruzada de ideas y el “derrame” de conocimiento entre sectores (knowledge spillovers). Los entornos urbanos ofrecen, asimismo, otras variadas ventajas económicas, como el mayor tamaño del mercado local, unos mejores servicios públicos o una mayor disponibilidad de otros recursos, como infraestructuras, financiación, recursos humanos o conocimiento. Todo ello podría afectar positivamente a la supervivencia empresarial en los ámbitos urbanos.

        Sin embargo, en las grandes ciudades, a partir de ciertos niveles de densidad local, pueden aparecer deseconomías de aglomeración en forma de costes más elevados, problemas de congestión o mayor inseguridad, entre otros factores. Asimismo, las ciudades constituyen un entorno empresarial caracterizado por una mayor intensidad de la competencia, lo que podría conducir a una demografía empresarial más turbulenta, caracterizada por más entradas, pero también por más salidas. Las grandes áreas urbanas ofrecen también más oportunidades económicas que las zonas rurales. Ello podría inducir a los emprendedores a cerrar negocios viables pero que muestren una baja rentabilidad, ante la existencia de opciones atractivas de empleo asalariado. Por el contrario, en las áreas rurales, los empresarios pueden verse obligados a ser más resilientes en ausencia de alternativas de empleo razonables. De igual modo, las redes sociales de apoyo en las zonas rurales podrían ser más fuertes que en las zonas urbanas y los emprendedores podrían sentir una mayor responsabilidad frente a la comunidad. Todo ello podría provocar tasas de supervivencia más elevadas para las empresas en las áreas rurales.

        La evidencia empírica disponible no permite despejar dudas en torno a esta cuestión, al no proporcionar resultados concluyentes relativos al efecto neto de la urbanización sobre la supervivencia empresarial. A este respecto, en un reciente trabajo (Bellido-Jiménez, Martín-Martín y Romero, 2021) analizamos el impacto del nivel de urbanización sobre la supervivencia de las empresas incubadas por los servicios públicos de apoyo de la Fundación Andalucía Emprende, que representa el principal instrumento para el fomento del emprendimiento en Andalucía. Nuestros resultados muestran que las probabilidades de supervivencia de las nuevas empresas incubadas en las ciudades y los grandes municipios andaluces son significativamente menores que para las promovidas en las áreas rurales y los pequeños municipios. Por lo tanto, un mayor nivel de urbanización se encuentra asociado en Andalucía con tasas de supervivencia más bajas de las nuevas empresas sujetas a procesos de incubación.

        Estos resultados se refieren exclusivamente a Andalucía en el período 2009–2014, estando asimismo afectados por un sesgo de selección, al observarse solo la población de empresas incubadas, que recibieron apoyo público en su proceso de creación. Por lo tanto, las conclusiones obtenidas no pueden extrapolarse al conjunto de las empresas activas a nivel nacional. No obstante, el efecto observado sugiere la existencia de un patrón que podría manifestarse más allá del contexto específico del análisis efectuado.

        Así pues, a tenor de las consideraciones realizadas en esta entrada, puede esperarse que la crisis de la Covid-19 acentúe el patrón espacial de supervivencia observado en nuestro estudio, incrementando la mortalidad empresarial en los grandes núcleos urbanos en mayor medida que en las zonas rurales, menos afectadas por la epidemia. No obstante, ello sería compatible con el mayor potencial de recuperación y el dinamismo empresarial más intenso que cabe esperar en las grandes ciudades conforme el proceso de vacunación avance y la epidemia vaya superándose. En el medio y largo plazo estos procesos estarán condicionados a su vez por los cambios estructurales en el plano económico y social que puedan derivarse de la Covid-19, aunque parece improbable que la pandemia altere significativamente los patrones de urbanización pre-existentes (Florida, Rodríguez-Pose y Storper, 2020).


Referencias:

AQR (2020): “El efecto de la densidad de población en la propagación del COVID-19 en el territorio catalán”, AQR COVID-19 / #1, Grupo de Investigación Anàlisi Quantitativa Regional, Universitat de Barcelona (AQR–UB).

Bellido-Jiménez V. M., Martín-Martín, D. y Romero I. (2021): “The survival of new businesses in Andalusia (Spain): Impact of urbanization, education, and gender”. Regional Science, Policy and Practice, 13, 25–41. https://doi.org/10.1111/rsp3.12308

Florida, R., Rodríguez-Pose, A. y Storper, M. (2020): "Cities in a Post-COVID World," Papers in Evolutionary Economic Geography (PEEG) 2041, Utrecht University, Department of Human Geography and Spatial Planning, Group Economic Geography.