domingo, 22 de septiembre de 2024

DISRUPCIÓN DIGITAL Y PYME

(Publicado en el diario ABC -edición Sevilla- el 6 de septiembre de 2024)

La revolución digital en la que estamos inmersos representa lo que Joseph Alois Schumpeter definiera como un proceso de “destrucción creativa”. Este economista austriaco-estadounidense interpretó la dinámica del desarrollo capitalista como una secuencia de ondas de transformación impulsadas por innovaciones que, por un lado, generan nuevos productos, servicios y mercados y, por otro, acarrean la destrucción de tejido productivo obsoleto ante las nuevas condiciones de competencia. 

La revolución tecnológica en curso, asociada a las tecnologías de la información y las comunicaciones, ha estado marcada por el protagonismo de jóvenes emprendedores “schumpeterianos” que crearon pymes innovadoras. Algunas de estas iniciativas, nacidas en ciertos casos en garajes o residencias universitarias, evolucionarían hasta convertirse en gigantes empresariales a escala global. El espectacular desarrollo de la economía digital ha determinado que, en la actualidad, seis de las diez mayores corporaciones mundiales por capitalización bursátil se encuadren dentro de este sector. Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft y Nvidia ostentan hoy posiciones dominantes en sus mercados, en ocasiones desarrollando prácticas anticompetitivas que perjudican a otras empresas de menor tamaño. El sector digital ha evolucionado así desde una estructura de mercado marcada por la innovación competitiva a otra impulsada por la innovación corporativa en la que los nuevos desarrollos tecnológicos se gestan dentro de grandes corporaciones consolidadas, nacen en nuevas empresas surgidas de ellas (spin-offs) o proceden de pymes independientes que son pronto engullidas por las compañías líderes del sector.

Por otra parte, en su faceta destructiva, muchas tareas, puestos de trabajo y empresas en muy diversos sectores desaparecerán por el impacto de la digitalización. Las pymes, en especial las microempresas, se encuentran particularmente amenazadas por este proceso debido a su falta de cultura digital, a la menor formación en habilidades digitales de su empresariado, sus equipos directivos y su plantilla, o a la dificultad de acceso a los recursos financieros y humanos requeridos para adoptar con éxito las tecnologías digitales. 

Estas nuevas tecnologías generan amplios beneficios en diversos ámbitos de la economía, la ciencia y la sociedad, de los que cabe esperar mejoras en la longevidad y la calidad de vida, entre otros aspectos. Su desarrollo y aplicación no está exento de riesgos y problemas de diversa índole, pero constituye un proceso imparable y tratar de evitarlo resultaría un planteamiento vano y carente de racionalidad, como lo fuera la oposición del movimiento ludista a la mecanización del sector textil en la Inglaterra del s. XIX. Por otra parte, la creación de empleo en nuevas ocupaciones asociadas al desarrollo de la economía digital compensará probablemente el empleo que se destruya en las actividades en retroceso o desaparición. De este modo, según un informe de Microsoft, el 65% de los estudiantes actuales se emplearán en el futuro en profesiones que aún ni siquiera existen.

Sin embargo, la revolución digital conlleva un exigente proceso de ajuste del que resultarán ganadores y perdedores. Por tanto, nos enfrentamos al reto de gestionar la disrupción digital evitando shocks que socaven peligrosamente la estabilidad económica y social. Para ello debemos apoyar la adecuación al nuevo entorno tecnológico de aquellos colectivos y empresas con dificultades especiales de adaptación, así como atender a la situación de aquellos a los que les resulte imposible afrontar el aprendizaje y los cambios necesarios. 

En la economía española las pymes suponen el 99% de las empresas, generando más del 60% del valor añadido bruto y del empleo empresarial. Los empresarios, autoempleados y trabajadores del sector de la pyme engrosan, de este modo, la menguante clase media que articula nuestro tejido social. En el contexto de la nueva ola innovadora asociada al desarrollo de la inteligencia artificial, el mantenimiento de una saludable estabilidad económica y social en las próximas décadas dependerá así de la capacidad de las pymes para abordar con éxito su transición digital. 

Desde esta perspectiva, conviene apoyar a las pymes para que puedan superar las barreras que obstaculizan su digitalización y mejorar su productividad y competitividad gracias a la aplicación de las tecnologías digitales. Favorecer la transición digital de la pyme forma parte, pues, de la necesaria agenda pública que impulse el crecimiento económico y preserve la estabilidad social en los tiempos de la disrupción digital. 

1 comentario:

  1. La disrupción digital redefine la actualidad económica en España, destacando la urgencia de apoyar a las pymes en su transformación para preservar estabilidad social y fomentar competitividad frente a desafíos tecnológicos.

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