A lo largo de las últimas décadas la solidaridad europea, materializada a través de la inversión de los fondos estructurales, ha contribuido decisivamente a transformar la sociedad andaluza e impulsar el desarrollo regional. La Andalucía de finales de los ochenta era un región con deficiencias severas en sus infraestructuras hidráulicas (restricciones de suministro de agua en épocas de sequía incluso en las grandes ciudades), mal articulada internamente (una viaje Sevilla-Jaén venía a representar poco menos que una aventura larga y peligrosa) y con malas conexiones con el resto de España (la era pre-AVE). Profundas carencias afectaban igualmente a las infraestructuras educativas, sanitarias y de ocio, con singular gravedad en las zonas rurales.
La Andalucía de hoy es una región con unas infraestructuras de transporte, comunicaciones, medio ambientales y sociales comparables a las de las regiones avanzadas de la UE. El cierre de esta brecha profunda que nos separaba de la Europa más desarrollada no hubiera sido posible en un período tan corto, en términos históricos, sin la intervención de los fondos europeos. Europa nos ha ayudado crucialmente a dotarnos de lo que haciendo un símil informático representaría el “hardware” del desarrollo.
El concepto de hardware hace referencia a los componentes tangibles (mecánicos y electrónicos) de un sistema informático. Pero incluso el hardware más sofisticado que pueda concebirse es incapaz de realizar tareas por sí solo. Se requiere para ello del “software” o conjunto de componentes lógicos organizados en forma de programas informáticos. Hoy por hoy Andalucía ha superado sus principales carencias de hardware. Sin embargo, sigue entre las regiones con mayores tasas de desempleo de toda la UE y su PIB per cápita se sitúa en torno al 75% de la media comunitaria. El reto actual consiste en dotarnos del software económico que permita aprovechar plenamente el potencial de los equipamientos e infraestructuras disponibles aproximando nuestra región a los niveles de renta y empleo de la Europa más avanzada. Y este software necesario cobra la forma de capital humano, calidad institucional y capital emprendedor.
La evolución seguida por la estrategia de desarrollo de Andalucía en relación con el uso de los fondos europeos desde su llegada a finales de los ochenta ha estado inspirada por este planteamiento. En los primeros períodos de programación los fondos recibidos se orientaron fundamentalmente a aumentar la conectividad de la región y facilitar el acceso a otros mercados a través de grandes inversiones en infraestructuras de transporte. Ciertamente lo primero era invertir en hardware: primero se compra el ordenador y luego se van adquiriendo los programas. Sin embargo, una vez que se construyeron las infraestructuras más importantes, los rendimientos esperados de los nuevos proyectos en este ámbito se fueron reduciendo e incluso pueden apreciarse hoy día excesos de capacidad en casos particulares. La estrategia andaluza en el uso de los fondos europeos ha ido evolucionado así en períodos sucesivos de programación cambiando el foco de atención hacia el campo de la empresa y la innovación. No obstante, hoy en día, los principales problemas de la economía andaluza siguen vinculados aún con el desarrollo empresarial, la innovación y la competitividad.
Particularmente, las deficiencias en la cultura emprendedora y el dinamismo empresarial han constituido una importante desventaja estructural para el desarrollo de Andalucía. Las múltiples y variadas acciones desarrolladas en el ámbito de la empresa, la innovación y el ajuste estructural han contribuido a ciertas mejoras en las dos últimas décadas, que se han visto afectadas inevitablemente por el impacto brutal de la crisis. Un análisis de los esfuerzos realizados en este campo (en el marco de los programas del FEDER) y sus resultados puede encontrarse aquí.
El espíritu emprendedor ha sido históricamente débil en Andalucía y existen obstáculos socio-culturales que dificultan la obtención de resultados substanciales de modo rápido en este ámbito. A este respecto, el papel de la educación en la transmisión de unas actitudes y una cultura emprendedora es crucial, pero sus efectos solo operan lentamente. Algunos signos de cambio positivo se aprecian ya en la sociedad andaluza en términos de dinamismo emprendedor, pero mucho nos queda aún por mejorar en este plano.
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