martes, 19 de junio de 2018

MIEDO Y LIBERTAD

En “El hombre que amaba a los perros”, Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias de las Letras, recreó el asesinato de León Trotski por Ramón Mercader para reflexionar sobre el experimento social fallido que supuso el Comunismo en el s. XX. A lo largo de las páginas de esta novela, el escritor cubano se compadece de las víctimas del totalitarismo, “trágicas criaturas cuyos destinos están dirigidos por fuerzas superiores que los desbordan y los manipulan hasta hacerlos mierda” y condena el “fanatismo obcecado”, que ignora las tragedias personales, sacrificándolas en el altar de la historia, en aras de utopías que tarde o temprano acaban pervirtiéndose. 


La novela tiene también otro protagonista invisible pero omnipresente: el miedo. No en balde la palabra miedo aparece 142 veces a lo largo de la obra. Se trata de un miedo “común y corriente”, pero también de un miedo “extensivo y omnipresente”; un miedo “con mayúsculas, real, incisivo, omnipotente y ubicuo”; un miedo individual y también un miedo colectivo; el miedo como pulsión que mueve a los individuos y como motor de la Historia; un miedo “visceral” y lacerante; un miedo “congénito”, que “se transmite, como una herencia”; un miedo que deja “huellas”, que queda “adormecido”, pero “se despierta en la memoria”; un miedo a morir; un miedo al otro, e incluso a uno mismo.


Los antropólogos han reivindicado el valor funcional del miedo en la evolución. El miedo protege al ser humano frente a los peligros que le acechan, lo alerta y lo predispone a afrontar las amenazas, bien huyendo, bien enfrentándolas, venciendo, en este caso, al propio miedo. De una u otra forma, el miedo ha resultado útil al ser humano en el plano individual y como especie y de ahí que siga con nosotros. Desde esta perspectiva evolutiva, somos hijos del miedo. 

Pero el miedo actúa también como un enemigo implacable de la libertad, limitando el desarrollo personal del individuo y operando como un instrumento de dominación social. Con frecuencia el miedo en los grupos sociales ha obedecido y obedece a una amenaza violenta. En otros casos lo suscita el riesgo de pérdida de bienestar económico. Y en ocasiones nace y se expande como gangrena en la conciencia colectiva ante amenazas intangibles de origen más difuso. Así, Erich Fromm, psicólogo y politólogo de la Escuela de Frankfurt, mostró en “El Miedo a la libertad” algunos de los mecanismos psico-sociales a través de los cuales las sociedades pueden renunciar a la libertad por desorientación y miedo a la incertidumbre. En esa clave cabe interpretar, según Fromm, el ascenso y triunfo de Hitler y el nacional-socialismo en la Alemania de entreguerras. 

El mundo asiste en la actualidad a profundos procesos de cambio de carácter tecnológico, económico y social (robotización, deslocalización industrial, retroceso de los derechos laborales y otros recortes sociales, intensos procesos de inmigración, envejecimiento de la población, sentimientos de pérdida de identidad cultural, etc.) que están generando incertidumbres y miedos de diversa naturaleza, especialmente en las clases medias y bajas de los países desarrollados. Estos procesos coinciden con un retroceso en la democracia en el mundo, con el ascenso de diversas manifestaciones de populismo simplista y de perfiles autoritarios en el liderazgo político de las democracias occidentales y en otros ámbitos. El matonismo político se instala en muchos países, estableciendo un culto a líderes “fuertes” con discursos rotundamente demagógicos, que albergan un pensamiento “débil” y falaz. 

Ante un escenario convulso, el miedo está activándose como un resorte de alerta en muchas sociedades. El miedo, que ha sido un buen aliado del hombre, también lo ha esclavizado. Las sociedades occidentales deben afrontar los retos presentes actuando con diligencia, racionalidad y valentía. No es tiempo de ignorar los problemas, ni de hundir la cabeza en la tierra como el avestruz, pero tampoco de sucumbir al miedo, sacrificando la decencia, la democracia y la libertad. Habitamos un tiempo en el que, ante todo, debemos temer al miedo.

1 comentario:

  1. El valor no es la ausencia del
    miedo, es la conquista de este.

    Quien vive temeroso, no será nunca libre.

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